E.T.A. Hoffman Cascanueces.

Acaba de pasar la navidad, esa celebración que se instaura sobre la base del relato más importante de nuesta cultura: el nacimiento de Jesús, el Mesías, el redentor. Jesús de Nazareth y con él relatos, antes y después, que constituyen el núcleo narrativo de Oriente y Occidente.

Más allá de él, sin embargo, la navidad está llena de relatos en forma no solamente de textos escritos, sino también de canciones, villancicos, y cuentos que se han instaurado como parte de la época, casi como su metáfora o sinónimo. Probablemente uno de los relatos más importantes de la literatura universal que acompañan a la navidad sea El Cascanueces.

 

En muchos países del mundo vemos exhibirse, diciembre tras diciembre, la versión en ballet de esta obra escrita por E.T.A. Hoffmann, quien nació en Königsberg, Prusia, el 24 de enero de 1776. Siguiendo el ejemplo de su padre, se hizo abogado, a pesar de que lo que realmente quería ser era músico y fué recién en 1816, estando en Berlín, que comenzó a escribir con más dedicación. Fué una influencia importante para el Romanticismo Alemán y reconoció como sus influencias a Schiller, a Walter Scott y a Jonathan Swift.

Sus relatos y novelas están llenos de imágenes macabras, casi oníricas, con un universo de personajes siniestros que impactaron notablemente a la literatura romántica y posteriormente a la música también. Entre sus obras más importantes se encuentran (antes de pasar a hablar de la que nos ocupa): El Elixir del Diablo, y La Vida y Opiniones de Kater Muy también el famoso relato El hombre de arena que es citado con frecuencia por psicoanalistas.

Pero no es de sus textos de vampirismo ni de terror que vamos a hablar hoy, sino de uno de sus legados más importantes a la celebración de la navidad que es el ya mencionado relato El cascanueces y el rey de los ratones, y que Hoffman escribió en 1815 pero que apareció publicado un año después en el volumen Los hermanos Serapión.

Hoffman escribió este texto inspirado en los hijos de su amigo Julius Eduard Hitzig, jurista, escritor y editor. Los niños dieron sus nombres a los protagonistas: Marie y Fritz, que en el relato son los hijos del juez Stahlbaum. Marie descubre entre los soldados de juguete que la han sido regalados a Fritz, a una figura un tanto extraña al grupo: se trataba de un Cascanueces que le habia sido regalado por su padrino, el Señor Drosselmeier. Fritz le quita el cascanueces a Marie y lo quiere poner a prueba rompiendo innumerables nueces que terminan por romper los dientes del muñeco.

Marie, llorosa, se retira luego de que su padrino Drosselmeier hubiera reparado al Cascanueces. En medio de sus sueños, la niña es sometida a la tiranía del rey de los ratones con sus 7 cabezas y 7 bocas, quien le exige que le de todas sus golosinas y otras pertenencias porque sino morderá al cascanueces. La niña accede pero las exigencias eran cada vez más duras con ella ya que el rey nunca estaba satisfecho.

El Cascanueces cobra vida gracias a la inmensa bondad y ternura de Marie y con el sable que ella le brinda, vence al rey de los ratones cortándole las 7 cuyas coronas le entrega a la joven. Con ello se vence el hechizo que mantenía al sobrino de Drossenmeier, encerrado bajo la forma de un cascanueces.

Así es, en forma breve, el argumento del cuento de Hoffman que luego pasaría por una serie de transformaciones, primero al francés por Alejandro Dumas, padre, y luego a la música por parte de Tschaikovski y finalmente a coreografía por Lev Ivanov. Todo ese proceso autorial dió orñigen a esta obra que hoy en día forma parte de la celebración de la navidad en gran parte de los países occidentales.