Muchos son los compositores que han logrado fama con una sola ópera, no siendo para nada común que esa obra haya sido la primera de su proceso creativo.
Este es justamente el caso de Pietro Mascagni, cuyo nombre se asocia obligadamente a “Cavallería Rusticana”, la que hasta hoy es una de las óperas italianas favoritas de todos los públicos, y que fuera la primera y gran obra lírica de ese compositor, estrenada con una grandiosa acogida, en mayo de 1890.
Hasta su muerte, acaecida en 1945, Mascagni compuso más de una decena de óperas, pero con ninguna de ella se repitió el arrollador éxito de “Cavallería Rusticana”. Al respecto, famosa es la frase de Mascagni que sentencia: “Fui coronado antes de ser rey”.
De todas las posteriores óperas que vinieron después de aquel triunfal comienzo, alcanzaron figuración sólo dos” “El amigo Fritz” (1891) e “Iris” (1898).
En 1894 Luigi Illica, el célebre libretista de las más famosas óperas de Giacomo Puccini, había elaborado los textos para una ópera basada en leyendas japonesas, sobre los cuales trabajaría el compositor Alberto Franchetti.
Pero éste, a la hora de iniciar su tarea musical dejó de lado el proyecto, motivando a Illica a buscar otro compositor. Así el tema de la ópera japonesa llegó a Pietro Mascagni, quien aceptó gustoso la idea de componer sobre aquél libreto.
El trabajo de Illica fue lento, tomándose más de un año para finalizarlo. Finalmente la nueva ópera, titulada “iris” fue estrenada en el Teatro Costanzi de Roma, el 22 de noviembre de 1898, con el propio compositor en la dirección musical. Dos meses más tarde la obra llegó a La Scala de Milán, con Enrico Caruso a cargo del rol masculino principal.
Por supuesto que al mencionarse “Iris” de Mascagni, surge el inmediato nombre de “Madama Butterfly” de Puccini, por estar ambas obras ambientadas en Japón y por tener las dos a Luigi Illica oficiando como libretista.
Para establecer elementos que las diferencian, debe consignarse entonces que cronológicamente “Iris” es anterior en 6 años a “Madama Butterfly” y, cosa curiosa, uno de los grandes detractores que tuvo la primera fue el propio Puccini.
Otro elemento diferenciador está en el tratamiento musical. Mientras “Madama Butterfly” está empapada de claras y decididas incursiones melódicas y tímbricas en temas japoneses, en “Iris” hay sólo muy leves acercamientos más a lo exótico que a lo japonés.
Con este tratamiento más sutil, “Iris” engalana pues el gran grupo de óperas enmarcadas en el exotismo, corriente inicialmente visual, que con Puccini y su postrera “Turandot” da los más avanzados pasos hacia un intenso compromiso en lo musical.
ARGUMENTO
“Iris” se desarrolla en tres actos, en un pueblo japonés en época antigua no precisada.
Acto primero
Al levantarse el telón se canta el himno al Sol, que asciende en el firmamento al levantarse el día.
La ingenua Iris se despierta en su pequeña casa, en la que vive junto a su viejo padre no vidente, a quien todos conocen como El Ciego. La noche no ha sido amable para Iris, pues ha sufrido una pesadilla, pero ahora el Sol la reconforta y le permite cuidar sus flores.
Iris no lo sabe, pero está siendo observada por el lascivo Osaka y por el malvado Kyoto, dueño de un prostíbulo en la ciudad. Osaka le ha encargado a Kyoto que traiga a la muchachita.
El Ciego sale de la casa con Iris para rezar. Pasan unas lavanderas hacia el río cercano. Mientras El Ciego reza, llegan Osaka y Kyoto, que montan un pequeño teatro de marionetas con músicos, geishas y un samurai. Unas lavanderas son invitadas a asistir a la función.
El Ciego advierte a su hija que no se acerque mucho, pero ella no puede dejar de sentirse atraída por la representación y, sobre todo, por el resplandeciente muñeco Gior, hijo del Sol, personaje a cargo de Osaka, que salva a la muñeca Dhia de la esclavitud a la que quería condenarle su padre.
En el momento cumbre de la representación las geishas rodean a Iris, mientras el samurai le tapa la boca y se consuma el rapto de la muchacha. Mientras tanto, Osaka ha dejado una bolsa de monedas y una nota en la entrada de la casa.
Cuando El Ciego descubre que Iris no está se desespera. Sus gritos atraen a unos vendedores, uno de los cuales le da el dinero y le lee la nota, cuya redacción señala que Iris ha ido voluntariamente al barrio pecador de Yoshiwara.
Acto segundo
Casa de Kyoto, en el barrio de Yoshiwara. En un lujoso apartamento, Iris sueña. Osaka llega con deseos lujuriosos, pero Kyoto le aconseja que traiga regalos a la muchacha si quiere causar buena impresión.
La ingenua Iris confunde la historia de las marionetas del día anterior con la realidad y se figura que está en el paraíso. Ante ella se presenta Osaka, que finge ser Gior en persona, algo que Iris cree fácilmente al reconocer su voz.
Pero Osaka le dice que su nombre real es Placer, e Iris, que recuerda que una vez un sacerdote le advirtió contra los peligros del placer, se echa a llorar y pide insistentemente volver junto a su padre.
Osaka, cansado de la aventura, se va fastidiado y le encarga a Kyoto que libere a la niña. Pero Kyoto, oliendo posibles negocios con la muchacha, exhibe a Iris como la más infantil de sus mujeres en la ventana que mira a la calle, amenazando a la niña con echarla a un pozo profundo que hay junto a la habitación , si no se porta adecuadamente. Osaka, desde la calle, queda de nuevo prendado de Iris y la llama por su nombre.
En este momento llega a tientas El Ciego, y al oír el nombre de su hija en un barrio tan miserable, la llama ansiosamente. Al escuchar la respuesta de su hija, que se alegra de verlo, El Ciego recoge barro del suelo y se lo tira en señal de desprecio.
Iris, desesperada ante este rechazo que no comprende, corre hacia el pozo y se lanza a su interior.
Acto tercero
Junto al desagüe de las cloacas del pueblo, un grupo de pordioseros escarba buscando algo de valor entre los residuos, sin encontrar nada. De pronto, una luz pasajera ilumina un montón de ropas de seda, que envuelven el cuerpo inerte de Iris. Avidamente arrancan las ropas sin importarles quien las lleva.
De pronto Iris recobra el conocimiento y se mueve. Los traperos huyen despavoridos. La muchacha, herida y medio muerta, oye en su delirio las voces de Osaka, Kyoto y su padre, que le dicen que la vida es brutal.
Al fin sale el Sol y sus rayos caen sobre la moribunda niña, que en sus últimos momentos se siente feliz porque su amigo, el astro rey, no la ha abandonado.
El Sol proclama su amor infinito e Iris muere en medio de la resplandeciente luz, que acompaña el alma de la pequeña al paraíso.