Carnicer : Il Dissoluto Punito, ossia Don Giovanni Tenorio

Director: Alberto Zedda

Interpretes:

  • Wojtek Gierlach
  • Dimitri Korchak
  • Annamaria Dell`Oste
  • Juan Luue Carmona
  • Enrica Fabbri

En ocasiones el trabajo del crítico tiene algo de aventura: cada vez que ha de comentar un música que desconoce. La verdad es que esta aventura unas veces termina regular –cuando encontramos dificultades para “entender” lo que escuchamos– y otras acaba tan bien que estamos deseando volver a comenzarla. Este es el caso de la maravillosa ópera de Ramón Carnicer Il dissoluto punito, ossia Don Giovanni tenorio.

Ramón Carnicer (Tárrega, 1789 – Madrid, 1855) es uno de nuestros compositores románticos más importantes; director de orquesta en los teatros de Madrid y Barcelona, profesor del Conservatorio madrileño y autor de óperas en la línea más popular de su tiempo.

Su Don Govanni Tenorio se estrenó el 20 de junio de 1822 en el Teatro de la Santa Cruz, de la capital catalana. Se trata de una obra muy rossiniana, especialmente exigente en los papeles protagonistas que han de tener amplias posibilidades de coloratura. Los autores de las notas del disco –María Encina Cortizo y Ramón Sobrino, responsables además de la edición crítica publicada por el ICCMU–, apuntan la presencia de algunas citas mozartianas, pero el aficionado medio, no especialista, lo que “siente” es Rossini, especialmente cuando aparecen los célebres y típicos “crescendos” del músico italiano.

El reparto nos ha parecido excelente. Lo forman un grupo de jóvenes y entusiastas profesionales que constituyen un conjunto compacto y homogéneo: Dimitri Korchak, tenor moscovita (Don Giovanni); Wojtek Gierlach, bajo polaco (Comendador); Annamaria Dell’Oste, soprano italiana (Doña Ana); Juan Luque, tenor cordobés (Don Octavio), Enrica Fabbri, soprano italiana (Doña Elvira), y José Julián Frontal, barítono español (Leporello). Un reparto de calidades individuales y muy equilibrado en su conjunto al que el director y musicólogo milanés Alberto Zedda, ha sabido sacar un excelente partido, con una dirección vibrante e intensa y apoyando siempre a las voces. No nos extrañaría que este disco recibiera alguno de los Premios de la especialidad. Si de algo sirve, vaya nuestro voto por delante.

La obra es magnífica, ya lo hemos dicho y como es nueva para todos nos permitimos destacar los momentos que más nos han llamado la atención: La introducción, de claros aires bufos y rossinianos, incluyendo los célebres “crescendos”; la presentación de Leporello y la seguidilla de Don Giovanni, en la que se escuchan los primeros momentos de coloratura del tenor; la cavatina de Doña Ana, de amplia tesitura, moviéndose en un cómodo agudo, con un par de graves comprometidos; el dueto entre Doña Aña y el Comendador, que Alberto Zedda sabe acompañar controlando en todo momento la orquesta para que sea la voz la protagonista; el cuarteto y el quinteto, cortes 11 y 12, muy interesantes, que preceden al aria del catálogo, de Leporello, muy rossiniana, aunque no podamos olvidar la conocida de Mozart; excelente el virtuosístico dueto entre Don Juan y Doña Ana. En el segundo acto merece la pena detenerse en la introducción, un verdadero “tour de force” para la orquesta en el que destacan curiosos adornos del flautín; el aria de Don Juan, acompañada por la flauta y una tímida guitarra, construida en diferentes secciones que van creciendo en dificultad y en la que hemos disfrutado de las cualidades vocales de Dimitri Korchak; el aria de Doña Ana, de estructura similar a la del protagonista masculino; el magnífico terceto entre Don Juan, el Comendador y Leporello, y el aria de Don Octavio.

La grabación, en vivo, lleva el sello de “primera grabación mundial”, y fue realizada durante el Festival Mozart del pasado año celebrado en La Coruña. Es un modelo a seguir por aquellos teatros o festivales que ponen tantas pegas para grabar alguna de sus producciones. Se rescata una obra, se realiza la edición crítica, se pone en escena y se graba para que no muera en magníficos y protegidos archivos. El ejemplo es evidente; se demuestra que estas “aventuras” son posibles y que ése es un camino a seguir.